martes, 14 de diciembre de 2010

Un viaje a las insondables profundidades del alma - Marcos 10.17-27.

     En la verdadera conversión hay un cambio en el objeto de confianza del alma. Nada menos que eso ocurre en la conversión. Cuando este joven le pregunta a Jesús qué hacer para heredar la vida eterna, nuestro Señor le lleva a meditar en los mandamientos de Dios. Este joven le responde a Jesús y su respuesta no es refutada. Vemos que él no sólo conocía los mandamientos, sino que además vivía una vida moralmente correcta. Ciertamente estamos delante de un hombre que conoce los mandamientos, es moralmente intachable, y acude a Jesucristo con la pregunta más importante que alguien puede hacer. Puede parecernos intrigante ver la dirección a la que Jesús lleva el diálogo. Jesús le dice a ese joven que para heredar la vida eterna debe vender todo lo que tiene, dárselo a los pobres, y seguirle. Pero, ¿acaso es la enseñanza bíblica que alcanzamos la salvación vendiendo todo lo que poseemos, dándolo a los pobres y después siguiendo a Cristo? ¿Será que este joven cumplía perfectamente toda la Ley de Dios y lo único que le faltaba era eso para alcanzar la salvación? ¿Qué está haciendo Jesús?

     ¿Conocemos las insondables profundidades de los océanos? ¿Hemos viajado al centro de la Tierra para asirnos sus más escondidos secretos? ¿Acaso tenemos la capacidad de investigar los sueños de las estrellas? Para el hombre tamañas tareas son imposibles, pero Dios discierne el corazón, el conoce las pasiones más profundas del alma. Lo que Jesús está haciendo es llevar a este joven desde el conocimiento de los mandamientos de Dios, y la obediencia externa a los mismos, a encontrarse de frente con las pasiones más profundas de su alma. Como si delante nuestro fuese puesto un espejo capaz de exhibir las intenciones más profundas de nuestro ser. Leemos en el versículo 24 que el verdadero problema de este joven es que su corazón confiaba en las riquezas. Es a ese lugar al que Jesús le estaba llevando todo este tiempo. Jesús estaba desnudando las pasiones más intimas de este joven, y revelando el objeto de su más preciado amor.
                
     Ahora, ¿qué es el objeto de confianza del alma? ¿A qué nos referimos con eso? El objeto de confianza del alma es aquel lugar en el que ella descansa sus más profundas esperanzas de ser plenamente feliz, de ser plenamente saciada. El objeto de confianza del alma es aquello en lo que busca gozo y paz. Lo que ocurre en el pecado – la esencia misma del pecado – es un cambio en el objeto de confianza del alma (Romanos 1.23). Dios da lugar a las riquezas, sean estas riquezas bienes, personas, sueños, el cine o una colección de relojes. La gloria de Dios ha sido despreciada y cambiada por la criatura, y esa es la esencia del pecado. Lo que Jesús le está enseñando a este joven, y a nosotros, es que en la verdadera conversión el alma encuentra en Jesucristo, en todo lo que el Padre nos ha dado en él, el objeto de sus más profunda y sincera esperanza. Las riquezas dan lugar a Cristo.

     Como hombres somos capaces de cambiar de opinión y vestir nuestro comportamiento de distintos colores. Somos hábiles en maquillar nuestra conducta moral. Pero, ¿quién puede penetrar las densas tinieblas de las pasiones corrompidas del alma y hacer brillar la gloriosa luz de Cristo, de tal manera que el corazón le atesore más que a las riquezas? Cuando los discípulos le preguntaron a Jesús: “¿Quién pues podrá ser salvo?” La respuesta de Jesús no fue “los pobres”, o “los de una condición espiritual diferente”, porque en realidad todo hombre en su pecado es como el joven rico. Es necesaria esa obra por la que el Espíritu Santo hace brillar la gloria de Jesucristo en nuestros corazones (2 Corintios 4.6), de tal manera que los engaños de las riquezas sean despedazados y el alma descanse en Aquel que es todo suficiente para satisfacer sus más profundos anhelos.    

1 comentario:

  1. Me gusto mucho, siga escribiendo. Que el Señor siga utilizando tu vida en Granada, España.

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